jueves, 20 de mayo de 2010

HABLAMOS DE POESÍA

Quisiera satisfacer la petición de varios seguidores que han solicitado

las redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz completas:

 
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
 
Si con ansia sin igual                 
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
 
Combatís su resistencia,
y luego con gravedad                      
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
 
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,                    
y en la posesión, Lucrecia.
 
¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?               
 
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
 
Opinión ninguna gana,                   
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.
 
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel                    
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
 
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende               
y la que es fácil enfada?
 
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.                    
 
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
 
¿Cuál mayor culpa ha tenido             
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
 
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:               
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
 
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis                 
o hacedlas cual las buscáis.
 
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.               
 
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
 
Y quiero aprovechar el centenario del nacimiento de Miguel Hernández.

Nacido en Orihuela (Alicante) en 1910.
Se inició en la poesía desde los veinte años; publicó su primer libro
de poemas en 1933: “Perito en luna”, también escribe teatro:
“El labrador mas aire”.


Fue un poeta maravilloso, lleno de sensibilidad y sentimiento,
impregnada toda su poesía de una dulce melancolía…


Antes de morir en la cárcel, enfermo, publica su última obra
“Cancionero y Romancero de ausencias”.
 
Fallece en 1942.
 
Con esta elegía que tanto me emociona, vaya mi recuerdo,

mi admiración y mi cariño a este gran poeta MIGUEL HERNÁNDEZ.
 
Elegía a Ramón Sijé
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se ha muerto como el rayo,

Ramón Sijé, con quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas,
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo voy
de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano está rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

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